El sésamo o ajonjolí
se consume desde el tiempo del antiguo imperio egipcio en toda África y Asia.
Existen dos grandes variedades de sésamo: el blanco, más habitual, y el tostado.
Las principales diferencias entre ambos radican fundamentalmente en su sabor y
en que el sésamo tostado aporta aún mayor cantidad de hierro que la
variedad clara.
Una de las principales propiedades
medicinales del sésamo o ajonjolí es la de prevenir anemias ferropénicas.
Pero es muy importante para aprovechar el hierro de esta semilla consumirlo
triturado o molido y no entero.
El sésamo es la semilla con
mayor contenido en lecitina tras la soja. La lecitina es un lípido de
propiedades emulsionantes, esto es, ayuda a diluir y digerir las otras grasas.
Por este motivo el sésamo ayuda a reducir los niveles de colesterol,
en especial del colesterol LDL (colesterol malo). Con ello previene el
riesgo de infartos, anginas de pecho y arterioesclerosis.
Entre los beneficios
nutricionales del sésamo debe destacarse su gran aporte de calcio,
fundamental para prevenir osteoporosis
en personas mayores y para la correcta formación de huesos y dientes en
el caso de los niños.
De los aminoácidos que contiene
la semilla de sésamo destaca la metionina, cuya carencia se relaciona
con astenias y estados de debilidad. Su contenido en zinc le ha
proporcionado la fama de alimento afrodisíaco,
por el descenso en la libido que suele originar la carencia de este
oligoelemento.
Otro de los beneficios del sésamo es su aporte en vitamina E, de
propiedades antioxidantes,
y en las vitaminas
del grupo B, antianémicas, indispensables para un buen funcionamiento del
sistema nervioso y para fortalecer uñas y cabello.
Las semillas de sésamo se
pueden consumir crudas o tostadas, enteras, trituradas o en forma de aceite.
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